Los uniformes también moldean cómo responden los ciudadanos. En un experimento en la calle, los transeúntes fueron mucho más propensos a seguir instrucciones simples de alguien vestido como guardia de seguridad que de la misma persona en ropa normal. Ese es el poder social de un uniforme: transmite autoridad y responsabilidad, lo que ayuda en emergencias —y también coloca mayores expectativas sobre la conducta.
…y los detalles importan
Investigaciones recientes muestran que ciertos accesorios y la presentación tipo “Clase A” pueden reforzar percepciones de profesionalismo y confianza —mientras que las estéticas demasiado militarizadas tienden a erosionarlas. En un gran estudio sobre la “militarización” policial, se encontró que esas apariencias no reducían el crimen ni mejoraban la seguridad de los oficiales, y sí podían dañar la reputación pública. La conclusión: una apariencia de guardián, no de guerrero, fomenta cooperación y consentimiento.





